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Alberto Benegas Lynch (h).
Soy deudor de su obra. |
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A raíz de algunos comentarios a esta
entrada del blog de Iván Carrino, y con bastante retraso de mi parte, intentaré
por este medio desarrollar mejor argumentos que ya formulé en el caótico twitter.
Debo aclarar que no escribo en defensa de los argumentos
de Nicolás Márquez con quien tengo diferencias importantes. Y también decir que
estas palabras no son un rechazo total de los argumentos expresados por Iván
Carrino, con quien tengo coincidencias y divergencias.
En todo caso, intentaré hacer algunas puntualizaciones
necesarias en estos tiempos de uso y abuso del “liberalómetro”. Trataré de
ser claro y conciso. Sacrificando tecnicismos y omitiendo aparato crítico. Me
consuela saber que los únicos autores impecables son los que nunca escriben.
(1) Liberalismo. Lo común y lo propio
El liberalismo es una amplia corriente de pensamiento y
acción, integrada por diversas escuelas, autores, matices, etc. No hay un liberalismo absolutamente homogéneo y
dogmático.
En el liberalismo se encuentran elementos generales, que
son comunes a todos (puede haber
excepciones poco significativas) y otros que son propios de escuelas, corrientes y autores, pero no necesariamente compartidos
por el resto.
Ejemplo: el patrón oro. No se es liberal por estar a
favor y conservador por estar en contra. Las dos posturas pueden darse en el
seno del liberalismo.
Si se quiere diferenciar al liberalismo de otra posición,
importa precisar si se lo está comparando con elementos comunes o con elementos propios.
De lo contrario, se toma la parte por el todo; y sucede que alguna escuela, o
autor, termina por apropiarse de un liberalismo que no le pertenece en
exclusividad.
(2) Libertad negativa
Sin entrar en tecnicismos puede definirse esta libertad
como inmunidad de coacción (I. Berlin). Es un derecho que tiene el individuo. Su
reverso es el deber que tienen los demás -primariamente el Estado- de abstenerse de
coaccionar. Se denomina negativa porque
esta libertad se respeta mediante un no
hacer.
Es de capital importancia afirmar que el elemento común al liberalismo es la defensa de la
libertad negativa o de coacción, siempre que no lesione el derecho de otro
individuo.
Este no es un elemento propio de alguna escuela, o autor, es algo esencial y definitorio
del liberalismo.
Históricamente, el liberalismo nace en un contexto de
monarquías absolutas y cuando afirma esta libertad negativa busca limitar al
poder político para que no avasalle al individuo.
(2.1) Dos ejemplos
- Vomitorio. Se dice que en la Antigua Roma se
acostumbraba comer hasta saciarse, inducir el vómito introduciendo una pluma en la
garganta, vomitar en un sitio destinado a tal fin (el denominado "vomitorio"), para luego seguir disfrutando
de más comida.
- Drogas. Fumar opio, aspirar
cocaína, etc.
Lo importante aquí es no perder de vista que los ejemplos
son meras ilustraciones con finalidad didáctica.
(2.2) ¿Cómo se
respeta la libertad negativa en estos ejemplos? Supuesto que no hay daño a
otros, exigiendo que el Estado se abstenga de coaccionar a quienes vomitan o se
drogan. El Estado –que monopoliza la coacción- actúa a través del Derecho. Y
este conforma una “esfera" de autodeterminación individual, un “paraguas” bajo
el cual se asegura al ser humano que los diferentes usos que haga de su
libertad –por buenos o malos que nos parezcan- no serán coactivamente
interferidos a menos que dañen a un tercero.
Dicho de manera más simple: “el Estado no debe meterse,
si no causa daño a otro”; o bien, “tiene derecho a exigir que el Estado no se meta porque no lesiona el derecho ajeno”.
(3) Libertad de pensamiento y expresión
No hace falta explicar la importancia de estos derechos para
el liberalismo. Pero sí destacar que las conductas humanas amparadas por la libertad negativa pueden ser objeto de reflexión
científica, de un saber vulgar o de simples opiniones que se expresan en
público.
Así, es posible que un liberal, desde la Psicología, entienda
que la costumbre de vomitar al modo de los romanos es un trastorno
alimentario; o que no lo es. Y también es posible que, desde la Ética, lo
considere un acto reprochable; o que lo estime bueno, o indiferente.
La libertad negativa nos obliga a no coaccionar y nos
garantiza un marco de autodeterminación dentro del cual no seremos coaccionados. Pero no determina el parecer de los demás sobre nuestras acciones, ni su escala de valores; y tampoco nos otorga el
privilegio de no ser criticados por nuestros comportamientos.
(4) La paradoja de una “Ética estatista”
Volviendo a los ejemplos (2.1), asegurada la inmunidad de
coacción, un liberal puede tener un juicio axiológico positivo, negativo o
neutro. Insisto: ¡cualquiera de los tres! Y no se es liberal (o más liberal)
por valorar positivamente el uso del vomitorio y conservador, o fascista, por
tener un juicio negativo. Adam Smith dice en su Teoría de los sentimientos morales que el “comer vorazmente” es “indecente”. Esto es, enuncia un juicio de valor negativo. ¿Habría que expulsarlo del liberalismo por
no valorar la “diversidad alimentaria”? ¿O declarar que los liberales no podemos tolerar su “vómito-fobia”?
Resulta paradójico que desde el liberalismo se “pida
prestado” al Estado un criterio ético basado en sus leyes. Como si una conducta
fuera buena porque el Estado la permite y mala porque la sanciona. Lo común al liberalismo es ese “que el Estado
no se meta”. De lo cual no se sigue que las conductas "exentas de la autoridad de los magistrados" (art. 19 de la Constitución de la Nación Argentina) sean per se éticas, bellas, saludables, etc.
Lo mismo habría que decir respecto de otras disciplinas diversas de la Ética, como
la Psicología,
la Sociología,
la Medicina... Si
el drogarse es conducta inmune de coacción, ¿acaso un liberal no puede advertir al consumidor que está dañando su salud?