domingo, 16 de diciembre de 2018

Uso y abuso del “liberalómetro”.


Alberto Benegas Lynch (h).
Soy deudor de su obra.
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A raíz de algunos comentarios a esta entrada del blog de Iván Carrino, y con bastante retraso de mi parte, intentaré por este medio desarrollar mejor argumentos que ya formulé en el caótico twitter.
Debo aclarar que no escribo en defensa de los argumentos de Nicolás Márquez con quien tengo diferencias importantes. Y también decir que estas palabras no son un rechazo total de los argumentos expresados por Iván Carrino, con quien tengo coincidencias y divergencias.
En todo caso, intentaré hacer algunas puntualizaciones necesarias en estos tiempos de uso y abuso del “liberalómetro”. Trataré de ser claro y conciso. Sacrificando tecnicismos y omitiendo aparato crítico. Me consuela saber que los únicos autores impecables son los que nunca escriben.
(1) Liberalismo. Lo común y lo propio
El liberalismo es una amplia corriente de pensamiento y acción, integrada por diversas escuelas, autores, matices, etc. No hay un liberalismo absolutamente homogéneo y dogmático.
En el liberalismo se encuentran elementos generales, que son comunes a todos (puede haber excepciones poco significativas) y otros que son propios de escuelas, corrientes y autores, pero no necesariamente compartidos por el resto.
Ejemplo: el patrón oro. No se es liberal por estar a favor y conservador por estar en contra. Las dos posturas pueden darse en el seno del liberalismo.
Si se quiere diferenciar al liberalismo de otra posición, importa precisar si se lo está comparando con elementos comunes o con elementos propios. De lo contrario, se toma la parte por el todo; y sucede que alguna escuela, o autor, termina por apropiarse de un liberalismo que no le pertenece en exclusividad.
(2) Libertad negativa
Sin entrar en tecnicismos puede definirse esta libertad como inmunidad de coacción (I. Berlin). Es un derecho que tiene el individuo. Su reverso es el deber que tienen los demás  -primariamente el Estado- de abstenerse de coaccionar. Se denomina negativa porque esta libertad se respeta mediante un no hacer.  
Es de capital importancia afirmar que el elemento común al liberalismo es la defensa de la libertad negativa o de coacción, siempre que no lesione el derecho de otro individuo.
Este no es un elemento propio de alguna escuela, o autor, es algo esencial y definitorio del liberalismo.
Históricamente, el liberalismo nace en un contexto de monarquías absolutas y cuando afirma esta libertad negativa busca limitar al poder político para que no avasalle al individuo.
(2.1) Dos ejemplos
- Vomitorio. Se dice que en la Antigua Roma se acostumbraba comer hasta saciarse, inducir el vómito introduciendo una pluma en la garganta, vomitar en un sitio destinado a tal fin (el denominado "vomitorio"), para luego seguir disfrutando de más comida.
- Drogas. Fumar opio, aspirar cocaína, etc.
Lo importante aquí es no perder de vista que los ejemplos son meras ilustraciones con finalidad didáctica.
(2.2) ¿Cómo se respeta la libertad negativa en estos ejemplos? Supuesto que no hay daño a otros, exigiendo que el Estado se abstenga de coaccionar a quienes vomitan o se drogan. El Estado –que monopoliza la coacción- actúa a través del Derecho. Y este conforma una “esfera" de autodeterminación individual, un “paraguas” bajo el cual se asegura al ser humano que los diferentes usos que haga de su libertad –por buenos o malos que nos parezcan- no serán coactivamente interferidos a menos que dañen a un tercero.
Dicho de manera más simple: “el Estado no debe meterse, si no causa daño a otro”; o bien, “tiene derecho a exigir que el Estado no se meta porque no lesiona el derecho ajeno”.
(3) Libertad de pensamiento y expresión
No hace falta explicar la importancia de estos derechos para el liberalismo. Pero sí destacar que las conductas humanas amparadas por la libertad negativa pueden ser objeto de reflexión científica, de un saber vulgar o de simples opiniones que se expresan en público.
Así, es posible que un liberal, desde la Psicología, entienda que la costumbre de vomitar al modo de los romanos es un trastorno alimentario; o que no lo es. Y también es posible que, desde la Ética, lo considere un acto reprochable; o que lo estime bueno, o indiferente.
La libertad negativa nos obliga a no coaccionar y nos garantiza un marco de autodeterminación dentro del cual no seremos coaccionados. Pero no determina el parecer de los demás sobre nuestras acciones, ni su escala de valores; y tampoco nos otorga el privilegio de no ser criticados por nuestros comportamientos.
(4) La paradoja de una “Ética estatista”
Volviendo a los ejemplos (2.1), asegurada la inmunidad de coacción, un liberal puede tener un juicio axiológico positivo, negativo o neutro. Insisto: ¡cualquiera de los tres! Y no se es liberal (o más liberal) por valorar positivamente el uso del vomitorio y conservador, o fascista, por tener un juicio negativo. Adam Smith dice en su Teoría de los sentimientos morales que el “comer vorazmente” es “indecente”. Esto es, enuncia un juicio de valor negativo. ¿Habría que expulsarlo del liberalismo por no valorar la “diversidad alimentaria”? ¿O declarar que los liberales no podemos tolerar su “vómito-fobia”?
Resulta paradójico que desde el liberalismo se “pida prestado” al Estado un criterio ético basado en sus leyes. Como si una conducta fuera buena porque el Estado la permite y mala porque la sanciona. Lo común al liberalismo es ese “que el Estado no se meta”. De lo cual no se sigue que las conductas "exentas de la autoridad de los magistrados" (art. 19 de la Constitución de la Nación Argentina) sean per se éticas, bellas, saludables, etc.
Lo mismo habría que decir respecto de otras disciplinas diversas de la Ética, como la Psicología, la Sociología, la Medicina... Si el drogarse es conducta inmune de coacción, ¿acaso un liberal no puede advertir al consumidor que está dañando su salud?


Una coalición indeseada

Finalmente, he encontrado el tiempo para poner por escrito algunas ideas en las que venía pensando en las últimas semanas. Milei es presid...