domingo, 23 de diciembre de 2018

"Liberalómetro" y drogas


(1) Alberto Benegas Lynch (h.) es autor de un libro en el cual analiza los argumentos a favor de la legalización de la producción, comercialización y consumo de drogas, no sólo para usos terapéuticos sino también recreativos o de otra índole. El libro es recomendable, cualquiera sea la opinión del lector respecto de esta delicada cuestión.
Pero el tema de los estupefacientes resulta útil para ofrecer un ejemplo adicional que ilustre la siguiente afirmación: la libertad negativa, definida como ausencia de coacción arbitraria, es elemento esencial del liberalismo. 
Al considerar las conductas relativas a la producción, comercialización y consumo de drogas, Benegas Lynch hace una importante distinción entre «vicio» o «pecado» y «crimen» o «delito». El fundamento de la distinción es la lesión al derecho de otro. Así, por ejemplo, el adulto que fuma opio en la intimidad de su casa no lesiona el derecho de terceros. Por ende, su conducta no es un «crimen» y no debe ser impedida de modo coactivo por el Estado. Estamos ante una aplicación concreta del elemento esencial del liberalismo (ver aquí).
Pero si se lee con atención la obra de Benegas Lynch, el autor deja bien en claro que afirmar la libertad negativa en este ámbito no implica un juicio de valor favorable a las conductas mencionadas. Por el contrario, el uso de términos como «vicio» y «pecado» sobrentiende un juicio moral negativo. Lógicamente, este juicio depende de la concepción ética que se tenga sobre del daño a la propia salud y -en último término- el suicidio, pues el consumo de estupefacientes puede ser un «suicidio en cuotas». Otra persona podría tener un juicio moral positivo o indiferente. Y no dejaría de ser liberal si al mismo tiempo defendiera la  inmunidad de coacción para estas conductas.
(2) Algunos proponen legalizar las drogas como una medida urgente. Para muchos, la legalización  sería un signo inequívoco de coherencia liberal. Es posible que lo sea, no lo discuto en esta nota.
Sin embargo, me permito dudar de que en la Argentina estemos en el momento oportuno. Porque, una vez legalizada la producción, habría toneladas de estupefacientes de alta calidad a muy bajo precio disponibles en el mercado local. Lo cual sería un incentivo muy fuerte para exportarlas. Los consumidores de Estados Unidos, por ejemplo, estarían interesados en comprar drogas fabricadas bajo el amparo de la ley y con controles de calidad. Ahora bien, ¿cuál sería la reacción del gobierno norteamericano ante este posible intercambio comercial? Pienso que, de no mediar acuerdos internacionales, probablemente habría fuertes sanciones comerciales y hasta una intervención militar.


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