Desde 2002 sigo con bastante
atención a José Luis Espert. Siempre he valorado positivamente que opine con honestidad intelectual y sincero realismo. Son dos valores que lo
caracterizan en sus intervenciones públicas. Y que lo diferencian de nuestra
clase política, plagada de oportunistas y mentirosos.
He leído su ensayo, La
Argentina devorada
y, si bien no soy economista, creo que acierta tanto en el diagnóstico como en
la propuesta de soluciones para salir de nuestra decadencia.
Con el paso de los años ha crecido
mi respeto, admiración y aprecio por Espert. Sin embargo, «amicus Plato, sed magis amica veritas». Lo cual me llevará -en entradas por venir- a esbozar
algunas críticas constructivas hacia ideas que Espert ha expresado después de
anunciar su candidatura presidencial.
Alberto Benegas Lynch recordaba (v. aquí) la expresión de Ortega sobre la «barbarie del especialismo». En cierto sentido,
se trata de un fenómeno inevitable debido al progreso y la especialización en
las ciencias. Así como puede decirse que todos somos ignorantes, sólo que en
temas distintos; también cabría decir que todos somos «bárbaros especialistas»,
sólo que en ciencias diferentes. Porque es muy difícil superar cierta dosis de unilateralidad
profesional. Aunque el diálogo, la consulta interdisciplinaria y los debates públicos,
son una ayuda importante.
Volviendo al caso de Espert,
así como ha presentado un equipo de asesores en Economía, sería deseable que
integrara y diera a conocer otro equipo, más político-jurídico. Creo que la Argentina necesita
volver a la letra, espíritu y valores de la Constitución
Nacional de 1853-60, como el mejor antídoto para superar el
populismo y la socialdemocracia que la estrangulan desde hace décadas.
En fin, no creo que Espert
tenga tiempo ni interés en leer estas notitas. Soy apenas uno más entre miles. Sin embargo, pienso que haría yo un flaco
favor a lo que su candidatura significa para el liberalismo si le diera un
apoyo incondicional y obsecuente.
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