Partido predominante y
partido hegemónico
Se conoce como sistema de partidos (1) a las distintas formas
coexistencia entre los partidos de un sistema político. Hay sistemas de
partidos competitivos y no competitivos, según haya o no elecciones libres. El hecho que un candidato gane
sin oposición, o con una mayoría aplastante, no determina que el sistema no sea
competitivo, sino únicamente cuando no
se permiten elecciones libres. Obviamente, lo que importa es la realidad y no
las normas legales. La no competencia se da cuando a los adversarios se los
priva de la igualdad de derechos, hay impedimentos, amenazas, terror o se los sanciona
por decir lo que piensan. En un sistema
competitivo, en cambio, el votante debe tener dos opciones: la posibilidad
de hacerse oír y la de salirse de un partido e irse a otro.
Dentro de los sistemas no competitivos encontramos los
casos del partido único y el partido hegemónico. El partido único (autoritario o
totalitario) se refiere a aquellos sistemas en donde un solo partido es legal,
y es el único autorizado para presentarse a las elecciones.
Resulta de interés para esta
notita fijar la atención en el partido
hegemónico. El partido hegemónico
no permite una competencia por el poder. Admite que existan otros partidos,
pero como partidos secundarios a los que no se les los deja competir en pie de
igualdad. La alternancia no sólo no se produce sino que no es posible que se
produzca. Así, el partido principal actúa con poca responsabilidad ya que no
existe sanción derivada de la alternancia en el gobierno. Los partidos
secundarios son tolerados, se les asigna una cuota de poder, pero no se permite
un discurso abierto eficaz. Como ejemplos típicos de partido hegemónico se puede mencionar el caso de Polonia durante
los años del comunismo pro-soviético y el de México con el PRI, partido que se
mantuvo en la presidencia desde 1929 hasta el 2000.
En los sistemas competitivos también podemos encontrar lo que se llama partido predominante. Este sistema de
partido puede provenir de un formato bipartidista o de uno muy fragmentado como
ocurría en la India
hasta las elecciones de 1996. Los partidos
predominantes son partidos que tienen una influencia superior a la de otros
partidos, pero a diferencia de los hegemónicos,
comparten el poder, pueden perder elecciones o necesitan de otras fuerzas para
lograr coaliciones de gobierno en los parlamentos. Aquí nos encontramos con una
especie de pluralismo de partidos donde la alternancia no es impedida, sólo que
no suele darse por un tiempo prolongado; y hay oportunidades claras para un
verdadero disenso. En el sistema de partido predominante hay igualdad de
oportunidades, no así igualdad de recursos, ya que diferencia entre los
recursos de los que goza el partido en el poder y quienes no están en el poder
seguramente será mayor que en otros sistemas pluralistas.
Un partido predominante con pretensiones
hegemónicas
Una característica central del
peronismo es su formidable capacidad
de adaptación a las diversas situaciones que
le toca enfrentar. Sus objetivos pueden aparecer enmascarados tras una
doctrina o ideología, de contenido variable según las circunstancias, pero lo
central para el peronismo es la conservación del poder.
Como partido, el peronismo se
caracteriza por una doble vocación. En primer lugar, ser partido predominante. Esto se verifica
en su historia, tanto en elecciones nacionales como en las provinciales. En
segundo lugar, el peronismo posee tendencias de partido hegemónico. Así lo expresaba Natalio Botana (2):
«El problema de fondo que tenemos hoy es que la
fuerza dominante desde el punto de vista electoral y del control de la mayoría
de los gobiernos provinciales y municipales es el justicialismo, que se
presenta de acuerdo con los diferentes ciclos de esta democracia con distintos
nombres y ropajes. Es un partido con pretensiones hegemónicas, no se puede
decir que lo sea por la duración, porque a fin de cuentas en la Argentina ha habido
varias alternancias, pero es el partido predominante con pretensiones
hegemónicas que fueron muy claras durante el menemismo y también […] durante […]
el matrimonio Kirchner».
Cuando el peronismo tiene
éxito electoral suficiente se consolida como partido predominante. Y no tardan en manifestarse en su seno las
tendencias hegemónicas. Así, surgen los proyectos de reforma constitucional
para prolongar los mandatos mediante la reelección indefinida, tentativas para
debilitar los organismos de control o propuestas que menoscaban la
independencia del Poder Judicial.
La oposición a un futuro gobierno
del Frente de todos
El resultado de las últimas
PASO permite formular un pronóstico con alta probabilidad: el peronismo, bajo
la denominación Frente de todos,
ganaría las próximas elecciones en primera vuelta por una amplia diferencia
respecto de Juntos por el cambio. De este
modo, el gobierno de Alberto Fernández daría inicio a un nuevo ciclo de
peronismo en el gobierno, con importante representación parlamentaria y predominio
en la mayoría de las provincias. Proyectando los resultados nacionales de las
últimas PASO, el peronismo no tendría quórum propio en diputados (3) aunque sí
en el senado (4). El futuro de Juntos por el cambio estaría determinado en
buena medida por la evolución de la economía. Si el reciente default selectivo condujera a un mayor descalabro
financiero, con hiperinflación (5), el
futuro político del macrismo estaría muy comprometido y podría ser semejante al
de los radicales después de la crisis del 2001.
Esta hipótesis, de cara a las elecciones de octubre, me lleva a
pensar que es de vital importancia fortalecer –desde ya- una oposición que haga lo posible para que el peronismo no se consolide como partido predominante. De lo contrario,
corremos el riesgo de que vuelvan a manifestarse las tendencias hegemónicas. Y a mi juicio, esto no puede hacerse apoyando
a Juntos por el cambio, como proponen
hoy algunos liberales del «mal menor». Al contrario, pienso que si se quiere
«salvar la República » es imperativo fortalecer espacios opositores que la ciudadanía perciba como no
vinculados al fracaso macrista.
En resumen: hoy se trata de
estar en el lugar de opositores sensatos al futuro gobierno peronista y no en
el de copilotos de un torpe naufragio.
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