En la Argentina estamos
viviendo un fenómeno de efervescencia de las ideas liberales. En este contexto,
algunos «recién llegados» se muestran muy preocupados por diferenciar al liberalismo del conservadurismo (1). Su afán diferenciador se proyecta sobre casi
todos los ámbitos de la existencia humana. Y en la búsqueda de distinciones también
se aplican a considerar la moralidad de los
comportamientos sexuales (2) como criterio delimitador entre el liberalismo y el conservadurismo.
Unas décadas atrás,
cualquier liberal con cierta formación hubiera respondido a estas inquietudes sobre
la sexualidad de manera escueta, recordando que —en una sociedad abierta— la
relación entre adultos libres es algo de lo que el Estado se desentiende.
Porque todo individuo «goza del derecho de ser dejado a solas por el Estado —no
la religión, la moral o la filosofía— para asegurar la determinación autónoma
de su conciencia cuando toma las decisiones requeridas para la formulación de su
plan de vida» (CSJN, Sejean 1986, Fallos 308:2268). Garantizada esta libertad negativa (art. 19, CN),
nada impide que la religión, la moral, la filosofía y otras disciplinas, o el pensamiento no científico,
puedan considerar la sexualidad humana desde sus propias perspectivas.
En este sentido, el vídeo
de Ayn Rand sobre la homosexualidad resulta un ejemplo ilustrativo. Primero,
porque Rand deja en claro que se debe garantizar la libertad negativa para comportamientos que corresponden a la intimidad
de las personas (art. 19, CN). Y , segundo, porque expresa su opinión respecto de
las conductas homosexuales, las cuales considera moralmente malas,
psicológicamente equivocadas y repugnantes. Estos juicios negativos podrían
sorprender a no pocos «recién llegados» al liberalismo
y llevarlos a preguntarse si Rand fue incoherente, o conservadora, en este aspecto. Cabe
anticipar una respuesta negativa, porque el liberalismo
no implica una moral sexual determinada sino una limitación del poder del Estado. Esto es lo esencial y común a todo el liberalismo.
Otros liberales podrían considerar a los comportamientos homosexuales como buenos o
indiferentes y ello tampoco pondría en cuestión su coherencia liberal.
Murray Rothbard (3) tuvo
que responder a malos entendidos generadores de «mitos» sobre el liberalismo:
«Mito nº 2. Los liberales son libertinos: son
hedonistas que anhelan estilos de vida alternativos.
Este mito ha sido planteado recientemente por
Irving Kristol, quien identifica la ética libertaria con el hedonismo y asevera
que los liberales “veneran el catálogo de Sears
Roebuck y todos los estilos de vida alternativa que la afluencia
capitalista permite elegir al individuo”.[…] El hecho es que el liberalismo no
es, ni pretende ser, una completa guía moral o ascética, sino sólo una teoría
política, esto es, el subconjunto de la teoría moral que versa sobre el uso
legítimo de la violencia en la vida social. La teoría política se refiere a
aquello que debe acometer o no un gobierno, y el gobierno es distinguido de
cualquier otro grupo social y caracterizado como la institución de la violencia
organizada. El liberalismo sostiene que el único papel legítimo de la violencia
es la defensa de la persona y su propiedad contra la agresión, que cualquier
uso de la violencia que vaya más allá de esta legítima defensa resulta agresiva
en sí misma, injusta y criminal. […]
Luego, no debe sorprender que haya liberales que
sean de hecho hedonistas y devotos de estilos de vida alternativos, y que haya
también liberales que sean firmes adherentes de la moralidad burguesa
convencional o religiosa. Hay liberales libertinos y hay liberales vinculados
firmemente a la disciplina de la ley natural o religiosa. Hay otros liberales
que no tienen ninguna teoría moral en absoluto aparte del imperativo de la
no-violación de derechos. Esto es así porque el liberalismo per se no pregona ninguna teoría moral
general o personal. El liberalismo no ofrece un estilo de vida; ofrece
libertad, para que cada persona sea libre de adoptar y actuar de acuerdo con
sus propios valores y principios morales».
En conclusión, el liberalismo no exige una moral sexual determinada sea rigurosa o laxa, religiosa o secular. Tanto una dama victoriana como una meretriz pueden ser igualmente
liberales si coinciden en lo esencial, que es la limitación del poder estatal,
aunque difieran radicalmente en sus juicios morales sobre el
comportamiento sexual. Porque el liberalismo —en cuanto tal— no se ocupa de lo que la gente hace en
su cama sino de que el Estado no se meta en el dormitorio.
_________
(1) Hayek se ocupó del
tópico:
(2) Algunos ponen demasiado
énfasis en distinguir ética de moral. Pero la «“distinción ética/moral es una
distinción que deberíamos cuestionar y sobre la que no deberíamos poner tanto
peso como algunos quisieran: nada realmente significativo en la práctica (es
decir, fuera de un ámbito intrateórico) depende de la estipulación
terminológica entre "ética" y "moral" -en todo caso, nada
para lo que no tengamos ya términos menos ambiguos-.”» (fuente).
(3) El artículo original fue una defensa del libertarianismo, pero los argumentos pueden extrapolarse válidamente al liberalismo sin tomar la parte por el todo, analogía mediante:
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