domingo, 5 de diciembre de 2021

Liberalómetro y servicio militar

Esta entrada lleva en su título «liberalómetro», y no «liberalismo», porque respecto del servicio militar obligatorio se presenta otro caso de abuso del primero (ver aquí). Hay una actitud por la cual algunos liberales opinan sobre muchos temas desde una premisa implícita: «el liberalismo soy yo». Y quien disiente de sus opiniones es rápidamente considerado iliberal o anti-liberal.

Respecto del servicio militar obligatorio, hay dos aspectos que importa diferenciar antes de profundizar en su debate: primero, la cuestión de su legitimidad; vale decir, si la prestación coactiva de tal servicio es justa, considerada en sí misma bajo ciertas condiciones. Segundo, suponiendo una respuesta afirmativa sobre la legitimidad, es su conveniencia en un contexto determinado.

En mi modesta opinión, el servicio militar obligatorio, en la Argentina de hoy, resulta inconveniente por varias razones que no voy a explicar en esta nota. Pero debo aclarar que es esta una opinión personal, que de ninguna manera puede considerarse representativa del liberalismo como totalidad ni tampoco de alguna de sus partes más relevantes. Una vez más tengo que decir que no se ha de tomar la parte por el todo, de modo que alguna escuela, o autor, termine monopolizando un liberalismo que no le pertenece en exclusividad.

Dicho lo anterior, reproduzco en esta entrada las opiniones sobre el servicio militar obligatorio de dos autores destacados de la Escuela Austríaca. Opiniones —no dogmas— que no necesariamente son compartidas por otros miembros de la misma u otra escuela. Y, para el lector ansioso, anticipo una conclusión: ambos coincidieron en la legitimidad del servicio militar obligatorio con fundamentos semejantes.

- Ludwig von Mises:

«Llegados a este punto, parece obligado examinar la cuestión, más de una vez suscitada, de si el servicio militar y la imposición fiscal suponen o no limitación de la libertad del hombre. Es cierto que, si por doquier fueran reconocidos los principios de la economía de mercado, no habría jamás necesidad de recurrir a la guerra y los pueblos vivirían en perpetua paz tanto interna como externa. Pero la realidad de nuestro mundo consiste en que todo pueblo libre vive hoy bajo permanente amenaza de agresión por parte de diversas autocracias totalitarias. Si tal nación no quiere sucumbir, ha de hallarse en todo momento debidamente preparada para defender su independencia con las armas. Así las cosas, no puede decirse que aquel gobierno que obliga a todos a contribuir al esfuerzo común de repeler al agresor y, al efecto, impone el servicio militar a cuantos gozan de las necesarias fuerzas físicas está exigiendo más de lo que la ley praxeológica de por sí sola requeriría. El pacifismo absoluto e incondicionado, en nuestro actual mundo, pleno de matones y tiranos sin escrúpulos, implica entregarse en brazos de los más despiadados opresores. Quien ame la libertad debe hallarse siempre dispuesto a luchar hasta la muerte contra aquellos que sólo desean suprimirla. Como quiera que, en la esfera bélica, los esfuerzos del hombre aislado resultan vanos, es forzoso encomendar al estado la organización de las oportunas fuerzas defensivas. Porque la misión fundamental del gobierno consiste en proteger el orden social no sólo contra los forajidos del interior, sino también contra los asaltantes de fuera. Quienes hoy se oponen al armamento y al servicio militar son cómplices, posiblemente sin que ellos mismos se den cuenta, de gente que sólo aspira a esclavizar al mundo entero.» (La acción humana: Tratado de economía. Unión Editorial. 10ª edición [2011], ps. 342-343).

- Friedrich von Hayek:

«Es indudable que en algunos aspectos el Estado emplea la coacción para hacernos ejecutar acciones determinadas. Las más importantes son las que derivan de la imposición tributaria y las implícitas en algunas prestaciones obligatorias, especialmente el servicio militar. Aunque tales cargas no se consideran eludibles, sí son al menos previsibles y se imponen sin tener en cuenta la manera como el individuo utilizaría sus energías de ocurrir las cosas de otra forma. Precisamente quedan de esta suerte despojadas, en gran parte, de la naturaleza dañina de la coacción. Si la necesidad conocida de pagar una cierta cantidad de impuestos se convierte en la base de todos mis planes, si un período del servicio militar es una parte previsible de mi carrera profesional, es indudable que puedo adoptar un plan general de vida de mi propia confección y soy tan independiente de la voluntad de otra persona como hayan aprendido los hombres a serio en sociedad. Aunque el servicio militar obligatorio supone una indudable coacción mientras dura —y sería imposible afirmar que un reclutado para toda la vida goza de libertad—, un período limitado de servicio que se puede predecir restringe ciertamente menos la posibilidad de modelar la propia vida de lo que lo haría, por ejemplo, una amenaza constante de arresto a que recurriera un poder arbitrario para asegurar lo que se le antojase debiera ser buena conducta.

La injerencia del poder activo del gobierno en nuestra vida trastorna más cuando no es evitable ni previsible. Cuando esta coacción es necesaria, incluso en una sociedad libre —como, por ejemplo, al ser llamados para actuar en un jurado o para ejercer funciones especiales de policía—, mitigamos sus efectos no permitiendo que nadie posea un poder coactivo arbitrario. Así, la decisión de quién debe realizar el servicio o tomar parte en un jurado se basa en procedimientos fortuitos, como el sorteo. Los actos coactivos imprevisibles, que surgen como consecuencia de acontecimientos también imprevisibles, pero que se ajustan a preceptos conocidos, afectan a nuestra vida lo mismo que lo hacen otros “actos de Dios”, pero no nos someten a la voluntad arbitraria de otra persona.» (Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial. 9ª edición [2015], ps. 306-307).

Por supuesto que se puede ser liberal y disentir de estas opiniones. Pero en la Argentina pareciera que el liberalismo está condenado a la ignorancia de la diversidad de opiniones que habita en su propio paradigma. O al menos es lo que se desprende de la lectura de algunos «personajes», considerados «referentes» y a veces «intelectuales», que opinan sobre el servicio militar, en nombre del liberalismo, con una ligereza proporcionada a la ignorancia de la corriente de pensamiento en la cual dicen inspirarse.

En fin, si esta notita sirviera para que al menos un lector comprendiera cuan equivocada es la pretensión de comprometer con afirmaciones sectarias a la totalidad del liberalismo su modesto objetivo estaría cumplido.

 

 

 

 

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(1) Algunas variaciones en la opinión de Mises sobre el tópico, pueden verse aquí:

https://mises.org/es/wire/un-rompecabezas-sobre-mises-y-la-conscripcion


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