En febrero de 2011, la dirigente kirchnerista Diana Conti hizo
declaraciones (aquí)
preocupantes para muchos: “Los sectores
ultra K a los que pertenezco avizoramos el deseo de una reforma constitucional
porque quisiéramos una Cristina eterna". Así expresó que se analizaba
"una posible reforma constitucional
para que se permita la reelección indefinida". Claro que no dejó de
advertir que para tal fin es "necesario
contar con consenso del arco político".
En las Elecciones presidenciales del 23 de octubre de ese mismo año,
Cristina Fernández de Kirchner obtuvo el 54,11 % de los votos, accediendo así a
un segundo mandato. El Frente para la Victoria logró el mayor porcentaje
alcanzado en una elección presidencial desde 1973, habiendo obtenido la mayor
cantidad y porcentaje de votos en una elección desde el retorno de la
democracia en 1983; y la segunda mayor ventaja histórica respecto del candidato
ubicado en segundo lugar.
Ante semejante triunfo electoral, cabe preguntarse por qué desde el
inicio del segundo mandato de Cristina no se reformó la Constitución Nacional
de acuerdo con el deseo de los sectores ultra K representados por Diana Conti. La
respuesta más simple es: porque el artículo 30 de la Constitución dispone que
la “necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos
terceras partes, al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una
Convención convocada al efecto”. Y el kirchnerismo triunfante no pudo lograr
esa mayoría calificada siquiera en su momento de mayor poder. Hubiera
necesitado de un amplio acuerdo con la oposición y no lo intentó.
Dos años después, con de la derrota electoral de 2013, la misma Diana
Conti (aquí)
tuvo que reconocer que “se acabó la
posibilidad de Cristina eterna”. Otra vez, por la misma razón, un hecho tan
simple como contundente: no logró la mayoría necesaria para plantear seriamente
el tema.
Este año, ante el posible triunfo de la fórmula encabezada por Alberto Fernández,
vuelve a mencionarse la hipótesis de una reforma constitucional. Y no faltan
kirchneristas que se pronuncian en tal sentido, como la inefable Diana Conti.
De esto da cuenta un editorial del diario La Nación (aquí).
El cual, sin embargo, no deja de recordar que las “trasnochadas y aviesas intenciones de una nueva Constitución, […] deberían
tropezar con un Congreso nacional en donde ni La Cámpora ni la expresidenta
estarán cerca de contar -aun obteniendo un buen resultado electoral este año-
con el número de legisladores requerido para lograr los dos tercios del total
de miembros de las dos cámaras y declarar la necesidad de otra reforma”.
Una vez más, el artículo 30 de la Constitución pone un freno a las pretensiones
hegemónicas.
Sin embargo, desde el gobierno de Cambiemos, se insiste con una “campaña
del miedo” al eventual retorno del kircherismo, mediante el fantasma de una deriva
autoritaria como la de Venezuela. Y un capítulo importante de esta campaña consiste
en difundir en la opinión pública el temor a una reforma constitucional de
corte populista y autoritario. Pero esta campaña ignora el principal obstáculo que el
kircherismo debería sortear: la mayoría requerida por el artículo 30 de la
Constitución Nacional. Además, la hipotética reforma no cuenta con el aval de Alberto
Fernández, quien declaró: “la verdad es
que no hace falta impulsar ninguna reforma constitucional. Ni en la escala de
prioridades de la Argentina del presente la reforma constitucional es un
problema. No lo es. Yo, además, Alberto Fernández en particular, tengo mucho
apego a la Constitución Nacional de 1853. Y no creo que sea el problema de la
Argentina” (aquí).
Poco importa si esta declaración es sincera; lo cierto es que no tendrá -ni en el mejor de los escenarios electorales- la mayoría requerida
para reformar la Carta Magna.
Más allá de las preferencias políticas de cada uno –las mías, opuestas tanto
al kirchnerismo como al macrismo-, creo que no debemos prestarnos a una propaganda
engañosa y mendaz. No seremos Venezuela, como dicen las focas amarillas. Lo
cual no implica que una presidencia de Alberto Fernández estará libre de
tentaciones hegemónicas, ni exenta de medidas tendientes a concentrar el poder
político.
3 comentarios:
Tomar en consideración declaraciones de Alberto Fernández es, x lo menos, una ingenuidad dado que se trata de un mentiroso sin escrúpulos profesional. No sé si el modelo del kirchnerismo sería Venezuela, Cuba o Irán. Lo que es seguro es que no tienen en mente una economía de mercado y un sistema político con eje en la libertad. Suficiente como para evitar que vuelvan.
Excelente nota Marcos, debería ser de lectura obligatoria para todos los argentinos, para terminar de una vez y por todas,con agitadores del miedo, con las campañas del odio y del terror. Para empezar a ser un país en el cual los ciudadanos elijan representantes por sus aptitudes, y no por temor a los fantasmas del pasado y los mamarrachos del presente! Abrazo grande.
María:
Gracias por la amabilidad de leer y comentar.
Sobre las declaraciones de A.F. el texto de la notita aclara que "Poco importa si esta declaración es sincera". No es un personaje creíble. Pero ya sabemos que los políticos dejan de mentir cuando cierran la boca.
Saludos cordiales.
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